I
Un barranco profundo y pedregoso, una senda torcida entre zarzales, un valle pintoresco y silencioso, de una playa los secos arenales; Un cabrero en la cumbre que silbaba, una bella pastora que corría, una rústica flauta que llenaba los riscos y las grutas de armonía; En el aire reflejos y cambiantes, en el cielo colores trasparentes, en la noche luceros rutilantes, crepúsculos brillantes y esplendentes; Un gallardo mancebo en la montaña que las cabras monteses perseguía en la cima del monte una cabaña y un torrente que al valle descendía; Tales fueron los goces fugitivos de cien generaciones ignoradas; éstos fueron los cuadros primitivos de las risueñas islas Fortunadas.
Monólogo Campesino
El sol me pertenece, el aire es mío, no me tasan el agua porque abunda en claras fuentes y en el ancho río; ¿y no es mía la tierra que fecunda mi labor incesante y fatigosa? ¡Me arrebatan las mieses que he segado, y se las lleva gente perezosa que vive sin dolor y sin cuidado! ¡Tras de quitarme el pan que se me debe, arrancarme los hijos que me ayudan! ¡Y nos llaman soez, inmunda plebe, y si estamos vestidos, nos desnudan! Para vivir nos falta un elemento detentado por leyes inhumanas: con la tierra nos roban el sustento... ¡y respondemos con protestas vanas! Pero la plebe ha de cansarse un día De prorrumpir en quejas inocentes ¡Para acabar con tanta villanía no basta con las uñas y los dientes!
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